La escotosis es la ceguera en la que vive aquél que dice que ve, incluso con mucha claridad, cuando en realidad se encuentra en la más espantosa oscuridad.
Por la escotosis el hombre no sólo se hace incapaz de “ver” a Dios, sino que al mismo tiempo se vuelve ciego a su propia realidad, engañándose de múltiples formas.
Si ha sido creado por Dios, ¿cómo puede el ser humano entenderse sin Dios? ¿Cómo puede conocerse de verdad si desconoce a Dios? Sin conocer la verdad sobre Dios, tampoco puede el hombre conocerse cabalmente a sí mismo, es imposible que comprenda quién es, de dónde viene, a dónde va, cuál es el sentido de su vida, su misión en el mundo. Es como un aviador accidentado en medio del desierto, perdido, solo, incomunicado, sin brújula, sin GPS, sin un mapa o instrumento que le indique dónde se encuentra y hacia dónde debe ir para poder sobrevivir: caminará desorientado, su sed se hará cada vez más intensa, empezará a desvariar por el calor, creerá que puede saciar su sed en oasis que tan sólo son espejismos. Si nadie lo rescata, finalmente morirá en su desventura.
¿Quién nos librará de esta ceguera que es la escotosis?
¿Quién devolverá la luz a nuestra mente y corazón?