jueves, 17 de septiembre de 2015

Necesidad de recurrir al consejo.(6 septiembre 2014)


 

Nos puede haber sucedido, y quizás más de una vez, que estábamos seguros de tener razón para luego descubrir que, por el contrario, nos encontrábamos profundamente equivocados. No siempre es fácil reconocerlo, más aun en un mundo en el cual está de moda el modelo de persona absolutamente independiente, que es capaz de alcanzar todas sus metas “sin ayuda de nadie”. Estas personas, que en realidad existen solamente en las películas, no necesitan recurrir a nadie porque no tienen ninguna “debilidad”.
La experiencia en el propio recorrido de vida cristiana nos enseña que uno de los peligros más grandes es el subjetivismo, es decir, creer que nuestra “verdad” es la verdad. ¡Qué difícil se torna buscar la objetividad cuando nos encerramos en nosotros mismos, construyendo a nuestro alrededor un muro que nos aleja de los demás y también de Dios! Si no tenemos parámetros objetivos claros con los cuales contrastar nuestras opiniones o intuiciones, corremos el serio riesgo de quedarnos en la ignorancia, caer en la terquedad, y actuar con imprudencia. Porque «el necio tiene por recto su camino», y «el que vive apartado, busca su capricho, se enfada por cualquier consejo».

Seremos más felices y viviremos en mayor libertad si es que aprendemos a escuchar a los demás. Nos enseña la Escritura que «el oído de los sabios busca conocer», y para ello, «el sabio escucha los consejos». Dice el proverbio: «con los que admiten consejos está la sabiduría», puesto que «el consejo en el corazón del hombre es agua profunda, el hombre inteligente sabrá sacarla». ¡Cuán necesario es buscar un buen consejo y aprender a escuchar a quienes nos quieren ayudar! Así, a través de las mediaciones humanas, Dios muchas veces sale a nuestro encuentro para auxiliarnos en nuestra debilidad e iluminarnos el camino.

Cordialmente.

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